Niño Ruven: "Fue como si ayer hubiera comenzado una nueva vida"
En esta entrevista, el fagotista menciano, creador y único representante a nivel mundial del fagot flamenco, hace un repaso a su vida personal y profesional un día después de una fecha clave para él: el 25 de marzo.
¿Cómo te sentiste un día tan importante como ayer?
La verdad es que fue un día muy especial para mí. Desde hace unos meses, quise marcar el día de ayer para cerrar una gran etapa de mi vida. Cerrar como dos senderos que he ido dibujando por separado, pero que quería que en algún momento se entrelazaran. Y hablo de cerrar pero realmente quiero decir que no es tanto un final, sino un comienzo. Y eso es lo verdaderamente importante.
Mi lado personal ha transitado un sendero y mi lado artístico otro. Y, como digo, quería que algún día ambos caminos se fundieran. Ambos han atravesado ese periodo de búsqueda, se han ido aportando cosas y, finalmente, ambos se han reconocido en el otro. Mi lado artístico ha buscado a través del fagot flamenco. Y mi lado personal a través de otras experiencias como el autoconocimiento, los interrogantes de la vida o las creencias que le limitaban. El uno no se podría haber desarrollado sin el otro, o al menos así lo pienso yo.
Ahora tengo muy claro el propósito por el que estoy en este mundo. Y es un propósito que solo pueden hacer ambos lados si están unidos, como dos caras de una misma moneda, como una única consciencia. Y me puse la fecha de mi cumpleaños para marcar esta nueva etapa de mi vida. Entonces, lo viví de manera muy especial porque fue como si ayer hubiera comenzado una nueva vida.
¿De dónde le surge a aquel niño de 9 años el interés por estudiar música?
Todo empezó en 2006 cuando mi madre me preguntó si quería apuntarme al conservatorio para estudiar música y yo le dije que sí. Creo recordar que solo llevaba un curso tocando la flauta dulce en el colegio, pero a mí eso me encantaba y quería aprender a tocar algún otro instrumento. Hice las pruebas de acceso para acceder a las enseñanzas elementales, en el Conservatorio Profesional de Música “Maestro Chicano Muñoz” de Lucena, y quedé de los últimos. La verdad es que entré un poco de milagro. Así que cuando llegó la hora de elegir instrumento, las plazas de los que conocía (los más comunes) ya estaban ocupadas. Entonces elegí el fagot como podía haber elegido cualquier otro. Cuando comienzo las clases, me encuentro con un instrumento que no me gusta, en parte porque era muy complicado, super incómodo y más grande que yo. En la otra asignatura que tenía, lenguaje musical, no me fue mejor. Recuerdo a mi profesora, Carmen Prats, suspendiéndome primero de elemental porque no tenía ningún tipo de aptitudes, ni oído ni ritmo.
Pero lo que sí tenía, que también lo vio ella, era mucha ilusión y muchísimas ganas por aprender. Así que seguí adelante trabajando de manera incansable para irme como superando cada vez más. Me costó muchísimo trabajo, pero no tenía otra opción porque no quería dejar el conservatorio. Allí era donde podía ser yo, donde me sentía a salvo del mundo. En el colegio, y después en el instituto, por así decirlo, no tuve demasiados amigos por la forma en que me miraban, me hablaban o se comportaban conmigo algunos de mis compañeros de clase. Eso de alguna manera te marca, te crea muchísimas inseguridades y sobre todo muchísimo odio o rechazo hacia ti. Y bueno, gracias al fagot he podido aprender a solventar y a superar esa serie de estigmas para volverme a encontrar con aquel niño al que le encantaba improvisar con su flauta dulce pero que, a la vez, empezó a odiarse y empezó a ver una pequeña luz a través de la música. Después de muchos años, volví a sentir la energía de aquel niño tras el concierto que realicé en Doña Mencía el 2 de julio de 2017, cuando hice la presentación del fagot flamenco. Como un destello que te marca la dirección cuando no ves absolutamente nada. En parte por eso, justo después, mi nombre artístico fue Niño Rubén.
¿Cómo surge la idea de tocar flamenco con el fagot?
Pues la idea primigenia surge como una vía de escape. A los pocos meses de empezar primero de carrera, a finales del 2015, noté como una sensación de insatisfacción con mi vida en general. Estuve a punto de dejar mis estudios de música y hacer otra cosa completamente diferente. Pero me daba mucho miedo porque desde los nueve años no había hecho otra cosa. Tuve que combinar las clases en el instituto por las mañanas con las del conservatorio por las tardes y los conciertos, con bandas y orquestas, los fines de semana. Así me tiré prácticamente seis años. De hecho, siempre digo que es como si no hubiera tenido adolescencia, porque prácticamente no tuve durante esos años vida social con amigos. Tuve otras cosas muy bonitas que me hicieron madurar muy pronto, pero no la que se suele tener en esas edades.
Por suerte, en el mes de junio del 2016, coincidí con un guitarrista flamenco de mi pueblo, Enrique Ordoñez, y se me ocurrió la posibilidad de tocar flamenco con el fagot. Cuando lo experimenté, sentí una libertad sin igual y supe que mi vida tenía que encaminarse por ahí. Realmente era eso o nada, porque era el único camino con el que podía mantener las ganas y la ilusión por la música. Y así, durante tres años, del 2017 al 2019, presenté el fagot flamenco de manera inédita. Primero, en un concierto en mi pueblo, en Doña Mencía. Segundo, en el XLVII Congreso de la IDRS (International Double Reed Society). Y por último, en el LIX Festival Internacional del Cante de las Minas. El público estaba expectante porque no sabían lo que se iban a encontrar. Tuve muchísima presión, pero creo que a la vez fue algo divertidísimo. Lo curioso es que todo surge sin ninguna pretensión y gracias a esto he podido cumplir muchos sueños que creía impensables, sueños que tenía cuando era un niño. Por ejemplo, tocar como solista, tener mi propio espectáculo, incluir mis propias composiciones… mil cosas que cualquiera, años atrás, se hubiera llevado las manos a la cabeza, y más viniendo de un fagotista. Y con sabes, con estas tres presentación se hizo el documental El nacimiento del fagot flamenco, viniendo después uno de los periodo de búsqueda más intensos que he tenido.
¿Qué sucedió internamente tras presentar el documental El nacimiento del fagot flamenco?
A partir del 2020, coincidiendo con el confinamiento, vino como te decía toda una etapa de introspección, porque me di cuenta que no me conocía, ni como persona ni como artista. Me centré en entender cómo querría que fuera mi música, en buscar mi sonido dentro del propio fagot. Estudié la técnica del cante flamenco y de la guitarra flamenca, y la llevé a la técnica clásica que tenía el fagot, modificando desde la posición de la lengua hasta el propio instrumento. Entonces, ahora noto que en el documental se ve cómo suena un fagot en el flamenco. Tenía que ser así para, posteriormente, poder buscar mi identidad sobre esa base y construir mi propia propuesta del fagot flamenco, con mis influencias y bajo mi propia filosofía. Y con todo lo que rodea a ese centro angular, desde el fagotiño hasta mis propias letras o composiciones musicales. Y todo a base de tener consciencia sobre lo que quería. Por eso digo que gran parte de este proceso me ha ayudado a mejorar también como persona. Y por eso en 2023, cuando consideré que este periodo de búsqueda artística había llegado a su fin, cambié mi nombre artístico de ‘Niño Rubén’ a ‘Niño Ruven’.
Me gustaría aprovechar para que nos explicaras en detalle el por qué de ese nombre artístico. Sobre todo por la palabra ‘Niño’. ¿Qué símbolos encierra?
Lo de ‘Niño’ viene un poco por todas las referencias que te he ido haciendo antes. Lo comuniqué de manera oficial el 12 de octubre de 2017 después de dar ese concierto en Doña Mencía, cuando tuve claro que nunca quería alejarme de todo lo que no me diera la libertad que sentí aquella noche. Noté la ilusión y las ganas de aquel niño que empezó a aprender música, que empezó a descubrir que siempre hay algo con lo que se es feliz. Entonces, podríamos decir que hace alusión a la necesidad de conectar con nuestro niño interior. Encontrarlo y sanar las heridas del pasado para ver con los ojos libres de cualquier humo, con los ojos que se ven desde alma. Mirar el arte, y la vida en general, con esa actitud de curiosidad, inocencia, sensibilidad, entusiasmo que tienen los niños. Ahí es donde, bajo mi opinión, encontramos nuestra verdadera esencia, exactamente con la que vinimos a este mundo, la que es nuestra y de nadie más.
Por otro lado, también es la forma que tiene mi familia de referirse a mí, porque mi padre se llama igual yo. Entonces cuando dicen ‘el niño’ es porque están hablando de mí. También es que es algo muy de nuestra tierra y muy flamenco. Te podría decir muchísimos artistas flamencos a los que admiro que tienen esta distinción y que, curiosamente, escuchaba en casa de mi abuelo materno cuando era pequeño: la Niña de los Peines, la Niña de la Puebla, el Niño de la Huerta, Niño de Marchena (Pepe Marchena), Niño Ricardo… También es un guiño a uno de los libros que más me ha influido, El principito de Antoine de Saint-Exupéry, y a tantos otros cuentos que se narran desde la perspicacia y tienen unas enseñanzas ocultas impresionantes. Y en parte también porque me identifico con los llamados Niños Cristal. Es bonito porque al principio de esta locura me dejé mi nombre real y al final de este proceso de reencuentro sentí la necesidad de cambiar esa otra palabra, haciendo alusión a otras muchas cosas. No sé. Seguramente me deje muchas más cosas. Lo que sí también es curioso es que mucha gente relaciona la Ñ de ‘Niño’ con mi defensa de las raíces y de la Marca España.
¿Entonces, por qué el año pasado cambió su pseudónimo, de ‘Niño Rubén’ a ‘Niño Ruven’?
El año pasado, por el día de mi cumpleaños, fue cuando cambié mi pseudónimo artístico, de ‘Niño Rubén’ a ‘Niño Ruven’, simplemente para cerrar esa etapa de búsqueda e investigación en torno al fagot flamenco. Creo que no di muchos detalles de este cambio, pero en unos meses se vio el por qué. Y es que el fin de esa búsqueda no fue otro que modificar la propia imagen del fagot, del propio instrumento. Yo el fagot siempre lo he visto como una B minúscula. De hecho, en mi antigua firma, la B de ‘Rubén’ la hacía imitando aún más la forma del fagot. Uno de los cambios que tiene ahora mi instrumento es que es más corto (por cuestiones técnicas). Entonces, ahora para mí es una V. Fue como si a esa B le quitásemos lo superfluo, la parte de arriba que le sobra, porque pronunciamos de igual manera la B y la V.
Aparte, Ruven con V hace referencia a la escritura del andaluz que utilizo en mis obras. Yo utilizo la propuesta EPA (Êttandâ pal andalûh), pero a modo personal hago dos pequeños cambios en dos letras. Y esas dos letras están en mi nombre. En esta propuesta todo se escribe con B. Pero yo no podía quedarme descansando y utilizarlo como todo el mundo. Yo realmente utilizo la V porque los andaluces, al pronunciar este sonido, utilizamos una variante de la B en donde los labios no llegan a cerrarse. Es lo que técnicamente se llama variante bilabial aproximativa. Por eso también quise escribir mi nombre con una V.
La segunda diferencia es por la N con la que finaliza mi nombre. No es una N normal, porque se tiende a velarizar. Cuando ocurre esto lo escribo mediante la misma grafía que se utiliza en fonética (ŋ). No es muy recomendable utilizar este tipo de caracteres tan específicos, así que esto solo lo utilizo al transcribir las letras. Entonces no hago uso de esto para escribir mi nombre (que se vería así: Ruveŋ), aunque sí lo incluyo en mi nueva firma. Si por algo se caracteriza el sonido de mi fagot es por tener un acento distinto al resto. Un acento que surge del flamenco y, por tanto, del propio acento andaluz. Por eso me gusta utilizarla. Es otro elemento que revaloriza y nos recuerda quienes somos.
Lógicamente, este cambio también viene por otras cuestiones relacionadas con el marketing, pero que carecen de importancia para mí. Cuando le preguntaba a compañeros míos de profesión sobre qué les parecía ese ‘Ruven’ con V, todos me decían que me reflejaba muchísimo porque se veía como muy vanguardista. Pero si nos retrajéramos al origen del nombre (Reuven - ראובן), este tiene la segunda letra del alfabeto (ב) —teniendo en cuenta que el hebreo se lee de derecha a izquierda—. Esta letra se puede corresponder tanto con una B como con una V. Pero, en verdad, si tiene un punto (בּ), llamado daguesh, se suele representar con una B y viceversa si no la tiene (este primer caso se suele encontrar cuando la letra va al principio y el segundo cuanto está en medio o al final de la palabra). Entonces, fíjate qué curioso que, según esto, sería como más correcto o adecuado traducir ‘Ruven’ con V. Otro ejemplo de como las cosas que pueden parecer super innovadoras tienen un origen que refleja la vuelta a lo antiguo, a lo tradicional, a la raíz. De hecho, tanto me ha marcado todo esto que me he cambiado mi nombre, de ‘Rubén’ a ‘Ruven’, en el registro civil.
Entonces, ¿también se ha cambiado su nombre real?
Sí. A ver, realmente es como el que se hace un tatuaje. La V, al ver mi nombre, me recordaría mi historia. Me recordaría que no hay nada imposible a pesar de lo que nuestra mente o la sociedad nos diga. Pero a parte tenía como una intuición. No sabía por qué, pero tenía que cambiarme el nombre. Porque todo en esta vida es energía, y el nombre que cada uno llevamos no es menos. Así que decidí contactar con una numeróloga y ver si me podía beneficiar o perjudicar en algún aspecto de mi vida.
Entonces, resulta que modificando esa letra concreta del nombre cambia el llamado número de vida o destino pero no el número de esencia. ¿Esto que quiere decir? Que cambia la acción energética de mi nombre, el destino, pero no la esencia de quién soy. Yo tengo muchos problemas a la hora de emprender demasiados proyectos a la vez, para ser ordenado, para controlar mis impulsos… y siempre busco como ese equilibrio o armonía en todos los aspectos de mi vida. Entonces este cambio me une o está más en sintonía con mi carrera porque me da estructura, me da esa toma de decisión, precisamente algo que estaba trabajando desde hace bastante tiempo. Aprovechando, decir que también hice un análisis de ambos pseudónimos artísticos y ‘Niño Ruven’ muestra muchísima más trasparencia y libertad creativa. Muy resumido sería algo así pero que, en definitiva, con ambos cambios he conseguía lo que quería: un mayor empuje en mi parte personal y una mayor humanidad en mi parte artista.
Por ese motivo definitivamente quise cambiar mi nombre de nacimiento. De hecho, es curioso porque solicité el cambio en enero y hace solo unos días me comunicaron que el juez había aprobado el cambio. Unos días antes de mi cumpleaños, coincidiendo con el inicio de la luna creciente. Así que ayer fue mi primer cumpleaños siendo oficialmente ‘Ruven’.
¿Y por qué ayer, 25 de marzo, dice que fue como si hubiera vuelto a nacer?
Porque así lo he sentido. El año pasado fue como si hubiera nacido ‘Niño Ruven’ y ayer ‘Ruven’ en su conjunto, la unión de mi parte artística y mi parte personal. Como digo, antes quería tener controlado a mi personaje como artista y separarlo de mi vida privada. Pero quería conseguir esa honestidad, esa trasparencia entre dos energías que se complementan. Durante estos últimos años, he pasado por un proceso de autoconocimiento, un despertar de consciencia y ahora estoy atravesando un despertar espiritual. Tengo muy clara la dirección que quiero que siga mi vida y el mensaje que quiero trasmitir al mundo. Y eso solo se puede conseguir si permanecen ambas personalidades unidas. Eso es lo que verdaderamente aporta mi lado personal, una dimensión que envuelve e influye al propio arte.
Fue un día muy especial, que coincidió con la luna llena, además de con un eclipse lunar cayendo sobre el signo de libra. Esto es algo muy significativo para mí porque mi signo lunar y ascendente son libra. Los eclipses lunares traen grandes cambios, finales de ciclos y periodos de renovación, ayudando a dejar ir lo que ya no es necesario en tu vida. Volviendo a la numerología, mi número de vida es el 9. Es algo super radical porque mi hora de nacimiento suma 9, en total y por ambas partes, porque nací a las 18:45. Siempre que ha vuelto a sumar mi cumpleaños ese número han sucedido cambios radicales en mi vida. Nací en 1997, y se volvió a repetir ese número en 2006, en 2015 y ahora en 2024. De hecho, yo nací tal día como hoy, un Martes Santo.
¿Hay alguna fecha importante que pueda adelantar para este año?
Sí, precisamente este año cerraré toda esta etapa en torno a la construcción del fagot flamenco. Realmente, la propia investigación se presentó el 1 de junio de 2017 a través de una de mis composiciones, Al toque del fagot flamenco, que se publicó con la editorial musical con la que trabajaba entonces, TrevCo Music Publishing (Sarasota, EE.UU.). Ese mismo día, del año pasado, fue cuando se presentó la imagen definitiva de mi fagot flamenco en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Así que el 1 de junio de este año será el día que presente la edición actualizada de esta obra, con la que cerraré toda la investigación. Esta presentación irá acompañado de un coloquio conmemorativo, dirigido por Irene Saiz López, en el que hablaré de cómo ha sido todo este proceso. Este acto se realizará en el Pósito de Doña Mencía, que fue donde sentí, un día antes de realizar el primer concierto en el castillo de Doña Mencía, que el fagot flamenco era lo que me iba a devolver los sueños que tanto había añorado. A partir de este día también presentaré otro pequeño proyecto audiovisual en mis redes sociales, pero eso ya es sorpresa.
Siempre deja claro que Doña Mencía, sus raíces, son un aspecto esencial tanto de su vida personal como de su obra artística ¿Cómo es de importante?
Tanto Doña Mencía, como la Subbética, como Córdoba, como Andalucía componen mis raíces, mi acento y el punto de vista que fundamenta y da sentido a mi vida y a mi obra artística. Mi música intenta coger esos elementos tradicionales, que se palpan y se respiran en el ambiente, para actualizarlos, filtrarlos y revalorizarlos. Siempre defiendo que tenemos que mostrar algo único y personal, con lo que nos sintamos de verdad nosotros mismos. Y en mi caso, la cultura popular constituye esos cimientos donde vive tanto mi fagot flamenco como, en general, esa música inefable. Sin mayor etiqueta, simplemente arte.
Desde que tengo uso de razón he amado a mi pueblo, Doña Mencía, y he querido involucrarlo como si fuera una persona que conociera. Como si fuera esa familia con la que te reúnes para celebrar tus logros. Por eso siempre he querido que cada uno de los pasos que he dado, que me han marcado, se estrenaran de primera instancia en mi pueblo. Y bueno, desde que empecé a componer he bebido de la cultura tradicional en general y más específicamente del flamenco. Hace poco, realizando una regresión, creo que pude comprender de dónde podría venir esa obsesión, si se le puede llamar así. Vi que en otra vida fui un artista artesano. Vi mis manos así como muy agrietadas y vendía como obras de barro pequeñas. Sentí a una persona muy amorosa, que se preocupaba muchos por los demás, pero sin ningún tipo de estabilidad y sin un lugar donde vivir. Esa persona sentía la necesidad de que lo quisieran, de pertenecer un lugar.
Esta creo que ha sido una de las entrevistas más personales que le han hecho. ¿Cuál es el aspecto de la vida que para usted es fundamental?
El amor, sin lugar a dudas. Y quiero explicar concretamente a qué me refiero con esto. Yo entiendo el amor como la semilla de todo un poder oculto que todos nosotros tenemos en nuestro interior. El amor te conecta con la espiritualidad, con tu yo superior, con ese poder interno o con el verdadero sentido de la vida. A finales del año pasado, tuve el placer de oficiar parte de la boda de mis tíos, Francis e Inma, y aproveché la ocasión para hablar de todo esto. Y dije: “Todos nosotros estamos conectados a esa cúspide de estrellas y corales por el encanto más antiguo y etéreo que articula nuestro éter. Y ese hechizo no es otro que el amor […]. Como un cielo de inagotables destellos, ilusiones y deseos”.
El amor es lo que ha hecho que durante todos estos años haya creído en mí y hayan sanado tantas heridas. Que hayan podido convivir en paz ambas perspectivas en mi interior, la artística y la personal, y que finalmente se hayan podido fundir en una única realidad. Realmente, creo que el amor en sí mismo es lo que hace que nuestra energía sea como es. Siempre puede existir una conexión, más o menos fuerte, entre dos personas. Pero el amor, tal y como yo lo entiendo, siempre nace de uno mismo. Siempre es para aportar, para regalar desinteresadamente. Es curioso porque, recientemente, me he reencontrado sin esperarlo con una de las personas más especiales y maravillosas que he tenido la suerte de conocer. Y sobra decir que no creo en las casualidades, porque las oportunidades aparecen justo en el instante en que tienen que aparecer. Ese tipo de personas o de circunstancias, como también puede ser el caso del fagot flamenco, elevan la vibración de tu alma y te ayudan precisamente a descubrir ese poder que todo lo absorbe y que todo lo puede. Ese poder que nos conecta con la divinidad, con el Todo, con nosotros. Y que nos devuelve al origen de nuestra niñez.
¿Qué mensaje lanzaría para cerrar esta entrevista?
Que la gente crea en sí misma. Que crea en el lado positivo de la vida, de las personas, de todas las cosas de este mundo. Cuando logramos comprender que todo, pero absolutamente todo, sucede por algo, es cuando realmente entendemos el verdadero significado de nuestra existencia. Nos vamos haciendo cada vez más fuertes y, poco a poco, vamos alcanzando nuestros objetivos, pero no sin antes haber aprendido una gran lección. Nada nos deja indiferentes porque, si no, no nos trasformaría, no nos haría avanzar y no nos haría superarnos. Todo tiene su proceso, sus tiempos y la vida se encarga de que llegue todo justo en el momento oportuno. Así que hay que tomársela con libertad, con amor y con respeto. Primero aplicándolo a nosotros mismos y, después, a todas las conexiones con los seres y cosas del universo. Muchas gracias por esta entrevista tan especial y bonita. Me gustaría cerrar con una copla muy significativa, que escribí para aquel primer concierto en Doña Mencía donde presente el fagot flamenco. Y como no podía ser de otra manera, en andaluz:
veŋgo de la çoleá (vengo de la soledad)
y tamviéŋ de l’alegríâ (y también de las alegrías)
oy va’naçêh por fiŋ (hoy va a nacer por fin)
mi livertá por vulereiâ (mi libertad por bulerías)