Una investigación prueba el uso ritual de restos humanos en una cueva de Priego a partir del Neolítico

La Universidad de Córdoba ha participado en un estudio internacional que ha documentado modificaciones de huesos después de la muerte no vinculadas al consumo. 

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photo_camera Entrada a la cueva de los Mármoles. Fotografía de Juan Carlos Vera Rodríguez.

Muchos restos óseos depositados en cuevas prehistóricas presentan cortes y marcas que la comunidad científica había atribuido en ocasiones al uso de los huesos para el consumo humano. Un estudio presentado por el investigador de la Universidad de Córdoba, Rafael Martínez Sánchez, liderado por Zita Laffranchi y Marco Milella de la Universidad de Berna (Suiza) junto a otros investigadores de distintos centros de investigación, y que acaba de publicar la revista Plos One, ha avanzado en el conocimiento de los ritos funerarios que tuvieron lugar a partir del Neolítico al documentar cómo las sociedades prehistóricas modificaron huesos humanos para hacer uso de ellos.

Para ello, se han analizado más de 400 restos, tanto de personas adultas como de preadultos, provenientes de la cueva de los Mármoles, en Priego de Córdoba y conservados en el Museo Arqueológico de la localidad. Muchos de esos restos fueron hallados a lo largo de la última campaña arqueológica realizada en la cavidad financiada por el Ayuntamiento de Priego. Gracias a moldes creados con una gran resolución y que fueron estudiados con microscopio electrónico, el equipo investigador ha observado que muchas de las marcas de algunos huesos son compatibles con un proceso de limpieza con el fin de emplear los restos óseos como herramientas y (al menos en principio) no para el consumo.

Como explica Martínez Sánchez, establecer que las marcas de los huesos corresponden a un uso (herramientas) u otro (alimentación) es difícil, sobre todo porque estos restos, al quedar depositados en la superficie de la cueva y no enterrados, a menudo han sufrido otro tipo de eventuales modificaciones tafonómicas (por animales, pisoteo...) con el paso de los años. Sin embargo, la investigación no ve necesariamente compatibles las marcas de los huesos con la obtención de las partes blandas para el consumo, y sí con un proceso más cuidado de limpieza para un uso instrumental. Así, han encontrado un peroné con el extremo apuntado, una tibia modificada o un cráneo recortado reservando la bóveda craneal.

A esto se añade que la datación por carbono 14 de doce restos ha ofrecido tres periodos de uso funerario en la cueva de los Mármoles: en el 3800 a C., en el 2500 a. C. y en torno al 1300 o 1400 a. C. El primero de estos periodos, que corresponde al Neolítico, coincide con la generalización del uso de los dólmenes concebidos para albergar enterramientos colectivos. Por tanto, es una época en la que confluye un mayor desvelo por los antepasados. Esta coincidencia entre el primer periodo de enterramiento de la cueva de los Mármoles con el inicio del Megalitismo, junto con el hecho de que las marcas de los huesos no parezcan compatibles con el consumo, refuerza la idea del grupo de investigación de que se trata de una gestión de limpieza con la que preparar los restos humanos y que puedan ser usados como instrumento en un momento dado. Como sostiene Martínez Sánchez, “parece que hay una idea de agrupar a los muertos en un mismo sitio, limpiar los restos y utilizar los huesos como instrumento, quizás relacionados con algún tipo de ritual realizado en el interior de la cavidad”.

Con esta investigación el equipo ha conseguido determinar una manipulación de restos óseos muy probablemente no vinculados al consumo, sino a factores más complejos. Así, parece que los huesos se emplearon para aspectos rituales y culturales posteriores al hecho del depósito. Y estas actitudes tienen una gran proyección temporal abarcando desde el final del Neolítico hasta la Edad de Bronce, una época “en la que no esperábamos que siguieran depositándose cuerpos en esta cavidad”, afirma Martínez Sánchez.