La Torre de Barcas de Priego, un Bien de Interés Cultural desconocido
Este pequeño castillo formaba parte del sistema defensivo de la villa de Priego durante los siglos de finales de la Edad Media
Con el nombre de Torre de Barcas se conoce un pequeño castillo que formaba parte del sistema defensivo de la villa de Priego durante los siglos de finales de la Edad Media. Fue construido con posterioridad a 1370, año en que el rey Enrique II donó Priego y su territorio, como señorío, a Gonzalo Fernández de Córdoba.
Estuvo en uso militar hasta la guerra de Granada (1482-1492) y entre sus funciones estaba la defensa del pasillo Priego-Alcaudete y atender las necesidades de las torres atalayas dispuestas en su entorno.
Sobre la puerta de acceso a la torre se conserva parcialmente el escudo de la casa nobiliaria titular del señorío, conocida como Casa de Aguilar, que consta de un águila negra sobre la que se disponen tres fajas o bandas horizontales sobre fondo dorado.
La Torre de Barcas cuenta también con una muralla que la rodea y protege, que está formada por una base de mampostería reforzada en origen por vigas de madera.
Para el mantenimiento de este castillo, cuyas necesidades defensivas estaban atendidas por unos 30 vecinos, el Rey entregaba todos los años cierta cantidad de maravedíes, así como trigo y cebada debido a la inestabilidad fronteriza provocada por la proximidad del sultanato nazarí de Granada.
La fortificación consta de una torre de planta cuadrangular y alzado troncopiramidal, con fábrica de mampostería reforzada en las esquinas con sillería. El ladrillo se usa en las dos bóvedas vaídas que cubren sus dos plantas de alzado, así como en las bovedillas de los huevos y en las escaleras.
En el terrado o azotea de la torre se dispusieron una serie de ladroneras o balcones cuya misión era impedir la aproximación del enemigo hasta la base de la edificación. De estos baldones se mantienen los canes de piedra que los sustentaban, dispuestos en las esquinas y en el centro de los muros. A través del hueco dejado entre los canes se disparaban flechas y otros elementos arrojadizos eventuales como piedras o agua hirviendo.