Un grupo de investigación del Departamento de Enfermería de la Universidad de Córdoba (UCO), el Instituto Maimónides de Investigación Biomédica (Imibic) y el Instituto de Salud Carlos III, ha configurado un nuevo protocolo, que correlaciona un sistema observacional del dolor ya existente con el uso de biomarcadores en saliva, destinado a detectar dolencias en personas con demencia y evitar un dolor que a menudo podría paliarse con la administración de analgésicos.
Según ha indicado la institución universitaria, la investigadora Vanesa Cantón, una de las responsables del trabajo, el nuevo método parte de lo que se conoce como escala Painad, una metodología observacional del dolor que evalúa en personas con deterioro cognitivo e incapacidad de comunicarse verbalmente parámetros fisiológicos como la expresión facial, comportamiento o posturas corporales.
Si bien esta escala ha demostrado tener cierta utilidad para diagnosticar el dolor, no deja de ser una herramienta observacional que depende casi exclusivamente del lenguaje corporal del paciente. Por ello, el nuevo método propone reforzarla y, de alguna manera, objetivarla mediante el uso de biomarcadores del dolor en saliva.
De la misma forma que determinadas moléculas, como la glucosa, sirven para detectar la diabetes, hay otras sustancias que se liberan cuando una persona está padeciendo dolor y avisan de que está ocurriendo algo en el interior del organismo.
A lo largo de los últimos años la literatura científica ha determinado varias proteínas relacionadas con la intensidad del dolor en saliva. De todas ellas, el estudio propone el uso de dos --denominadas SIgA y sTNF-RII-- debido a su alta reproducibilidad y a su capacidad de asociarse a situaciones dolorosas.
Al contrario que estas dos sustancias, hay otras, como el cortisol, que están vinculadas al dolor, "pero también a otros procesos como el estrés, lo que las hace peores candidatas porque pueden llevar a equívocos", ha explicado la investigadora principal, María del Pilar Carrera.
Este nuevo método, cuya metodología ha sido recientemente publicada en la revista médica BMJ, "se ha posicionado como una herramienta prometedora, económica y no invasiva", ha destacado la investigadora Vanesa Cantón. No obstante, el proyecto, financiado por la Junta de Andalucía, y en el que también participan María Teresa Moreno, José Manuel Quesada y Manuel Rich, aún continúa en fase de desarrollo.
Si bien el estudio está orientado a personas con demencia avanzada, uno de los grupos más subdiagnosticados, las autoras de la investigación no descartan que también pueda ser útil para otros colectivos, como nenonatos o personas que han sufrido un ictus y en las que la comunicación verbal no es eficaz. Este nuevo protocolo, por lo tanto, podría ayudar a eliminar la incertidumbre que menudo rodea a los familiares de este tipo de pacientes y, sobretodo, a diagnosticar un dolor sufrido en silencio que, por distintas circunstancias, no puede comunicarse.