Siglos de historia respaldan a los municipios que conforman la Subbética cordobesa. A día de hoy no sólo conservamos un rico patrimonio cultural, patrimonial y natural en nuestra comarca, sino también la memoria de aquellos personajes ilustres que han llevado en nombre de nuestros pueblos por todos los rincones del mundo.
Francisco Hernández de Córdoba es uno de estos personajes con una historia singular a su espalda. Hijo de Alonso Hernández y Elvira Díaz, vecinos de Cabra, embarcó a las Indias el 10 de enero de 1517. Este conquistador, capitán y jefe de expedición a las órdenes de Pedrarias Dávila realizó diferentes expediciones cabalgadas con fines principalmente lucrativos en busca de metales preciosos.
Hernández de Córdoba llegó en 1523 a la zona de costa del Pacífico donde fundó las ciudades de Granada, en la ribera sur-oriental del Lago Cocibolca o Gran Lago de Nicaragua; y León (anterior a la actual León), en la costa occidental del lago Xototlán o Lago de Managua.
Por medio de su teniente Ruy Díaz fundó la villa de Bruselas, en Costa Rica. Después de un apasionado romance que eventualmente salió a luz pública, Pedrarias lo envió a la costa del Mar del Sur porque sospechaba una posible traición con Gil González Dávila.
Hernández de Córdoba a su vez luchó contra Cristóbal de Olid con el apoyo de Hernán Cortés, que consideró a Olid en rebeldía. Se dice que todas las noches, Hernán Cortés repasaba la lista de allegados a la par de sus súbditos, para estudiar posibles traiciones de sus amantes; así como posibles nuevas aventuras.
En vista de que olvidaba características físicas con frecuencia, mantenía un pequeño retazo de cuero con los nombres grabados y a la par, las descripciones fisonómicas relevantes de cada uno de sus enviados. Por ejemplo, Hernández de Córdoba era, traducido desde castellano antiguo, como "el de la nariz grande y las preguntas redundantes".
Una vez perdido el apoyo de Cortés, Pedrarias sospechó que Hernández le había traicionado, por lo que envió unas naves para su captura, que terminó con su decapitación por orden de Pedrarias.
La cabeza de Hernández de Córdoba fue clavada en una estaca, estando varios días expuesta a la vista de la población de León para luego ser retirada y colocada en una de las calles más concurridas de la ciudad a manera de farol, con una vela encendida desde dentro del cráneo para alumbrar a los nobles transeúntes. Cinco años más tarde, el cuerpo de éste sería sepultado junto al de su víctima.
Los restos de este conquistador egabrense fueron descubiertos en el año 2000 junto a los de Dávila en una iglesia. Ambos fueron sepultados en el Memorial de los Fundadores, construido en ese mismo año en un sector de su antigua plaza mayor. Los restos de Hernández de Córdoba fueron honrados con 21 cañonazos por parte del Ejército de Nicaragua y sepultados en el lugar de honor del Memorial, bajo su propia estatua, traída de la antigua Catedral de Managua.
La moneda de Nicaragua, el córdoba, es llamada así en su memoria. Actualmente se puede contemplar una estatua de Francisco Hernández de Córdoba en la ciudad nicaragüense de Granada. Además, en Cabra, su localidad natal, se ha inaugurado hace sólo unos días la remodelación de la plaza y monumento dedicado a este descubridor egabrense.